21/03/2018

Escribiendo...

Escribiendo se entiende la gente, porque, a veces, hablando no.
 No soy persona de tener discusiones ni conflictos pero sí de manifestar en cada momento lo que pienso, sobre todo, cuando estoy entre amigos. Esto jamás me creó ningún problema con nadie.
 Aún habiendo (como es normal) diferencias de criterios, siempre se acepta bien lo que digo porque, aunque aún tengo abuela, diré que me considero y se me considera una persona que defiende bien lo que piensa, quizás con vehemencia pero jamás con soberbia, nunca faltando al respeto a nadie y muchas veces corriendo el riesgo de estar equivocada. Esto último sin lugar a dudas.
 Pero también creo que la libertad de pensamiento es de los pocos reductos que todo el mundo tiene y que absolutamente nadie puede juzgar. Nadie puede enfadarse porque pensemos de una determinada manera.
 En mi opinión, discutir es un arte también, y pocas personas (entre las que no me incluyo) lo dominan. Las discusiones son eso: exponer diferentes puntos de vista, contrastar, rebatir sin separar y, menos aún, sin poner puntos en las relaciones del tipo que sean.
 Pero bien, si llegado un punto de no entendimiento después de una discusión uno pide sinceras disculpas por si en algo se hubiera podido exceder o algo hubiera llegado a molestar y, por contra, lo que recibe por respuesta es silencio, la humillación que se siente es de tal calibre que lleva a uno a plantearse si realmente vale la pena hablar.
 Más que el motivo de la discusión en sí, lo que me disgusta especialmente es la actitud que algunas personas adoptan tras la misma, porque su silencio me lleva a concluir que de nada han servido mil conversaciones, encuentros y detalles mutuos anteriores, siendo muy decepcionante comprobar que te crees "alguien" y ya no lo eres o, lo que es peor, descubres que nunca lo fuiste. 
 Casi nunca nada es tan grave como para no aceptar unas disculpas de una persona que tiene el meditado y generoso gesto de solicitarlas y de solucionar un entuerto.
 No se trata de un "tienes razón" pero qué pocas personas en este mundo no merecen escuchar un "sí", un "no", o un "necesito pensarlo".

 Bueno, creo que voy a dejar la escritura para otro momento porque, a este paso, llegaré tarde a la fiesta (-en qué mala hora acepté la invitación porque intuyo que ÉL también irá y su presencia me resultará incómoda-).
 Nada más llegar, echo un vistazo general a la sala y, cual radar, le detecto en seguida charlando animadamente con sus amigos. 
 Quizás yo con una copa en la mano no me sienta tan perdida hasta que encuentre a mi gente. Me acerco a la barra y ante la pregunta "¿qué vas a tomar?" proveniente, no del camarero sino de alguien pegado a mi espalda, doy media vuelta y recibo un beso en la mejilla. 
Ya no necesito encontrar a nadie, ni escuchar aquellas palabras, ni siquiera seguir escribiendo...

09/03/2018

¿Un cafetito?




Yo suelo tomar tan solo un café al día después de comer, pero la otra noche tomé tres. Y, claro, por la noche no hacía más que pensar en ello y no podía conciliar el sueño...
Estaban fuertes y, sobre todo, muy estimulantes. Tenían un toque especial ya que sabían distinto, como una mezcla entre romántico y divertido. 
Ya sé, me diréis que no son adjetivos propios de un café (o quizás sí, en el sentido figurado), pero en seguida vais a entender por qué lo digo.

Al d
ía siguiente pregunté a los que me habían acompañado y tomado conmigo los cafés, y todos coincidían en que les  pareció asombroso, hasta el punto de que a todos nos gustaría repetir la experiencia si se se vuelve a presentar el caso.

Y es que la marca Quijano nunca decepciona. Juntos o por separado, Manolo, Óscar y Raúl te hacen vibrar con sus melódicas canciones y sus medidas letras. 

Con carácter previo a cada una de ellas, el mayor, Manolo (con voz grave pero jocoso tono), explicaba algo a modo de anécdota hasta hacerte estallar en carcajada. 
Y añadía con sorna: "yo es que soy más bien de hablar poco"...

Se definen granujillas. Cuentan que de jóvenes, mientras todos sus amigos se dedicaban a salir, ellos no, qué va...Ellos eran "de libros y todas esas cosas".
Añaden que han cumplido los sueños que tenían e incluso algunos que ni llegaron a tener, que nos pasamos media vida buscando nuestra media naranja y otra media intentando no perderla, y que en ese proceso ellos han encontrado de todo ("mandarinas, limones y hasta higos").

Cuando alguna espontánea soltaba "guapooo" en medio de alguna de sus alocuciones, Manolo giraba hacia su izquierda y decía lo mismo siempre: "Raúl, que te llaman". Y Raúl contestaba tímidamente: "Gracias, tú también, bonita".

Se les ve buena gente, amantes de su León natal e incondicionales de su padre, que fue quien les inculcó su pasión por la música.

Su soltura y desparpajo en el escenario no tienen igual pues son capaces de atraer la atención de su más remoto adepto e impiden que una pueda estar quieta en su butaca. Doy fe de ello.

Manuel,el mayor
 
 "No me canso de aprender de ti.
Este amor se escapa a la razón.
Fue contigo cuando comprendí, 

el sentido de quererte así".
(Me enamoras)

Óscar, el mediano


"Prometo quererte.
Promete buscarte

 lo que quieras que encuentre". 
(Prometo)
Raúl, el pequeño

"Cada día, 
cada noche,
es un momento.
Se escapa
y no le robo tiempo al tiempo".
(Robarle tiempo al tiempo)



Os dejo con mi canción preferida: